En un bol grande mezclamos las harinas y la sal. Calentamos el agua hasta unos 35º y añadimos la levadura mezclando todo bien. Conviene controlar la temperatura con un termómetro ya que si el agua está demasiado caliente, mataremos la levadura y no subirá el pan.
Vertemos el agua sobre las harinas y mezclamos con un cucharón hasta conseguir una pasta homogénea. No vamos a obtener una masa que pueda ser amasada como tal, sino una crema más o menos espesa. Una vez tengamos todo bien mezclado, añadimos las nueces y las pipas al gusto; yo suelo partir las nueces un poco con las manos antes de echarlas en la mezcla para que no nos encontremos trozos demasiado grandes en el pan.
Dejamos reposar la masa unas 2 horas en un lugar cálido, hasta que doble su volumen.
Precalentamos el horno a 250º e introducimos un recipiente con agua en la parte inferior.
Forramos un molde rectangular con papel de cocina y vertemos con cuidado la mezcla.
Metemos el pan en el horno a 250º durante 10 minutos, transcurrido ese tiempo bajamos la temperatura a 200º y lo dejamos otros 35 minutos (siempre dependiendo del horno, cuando lo pinchemos con una aguja, ésta tiene que salir seca, como con los bizcochos).
Dejamos enfriar el pan fuera del molde sobre una rejilla para evitar que condense humedad.
Podemos cortar el pan en rebanadas y congelarlo para ir comiéndolo durante varios días. Para descongelarlo, basta con meterlo un par de minutos en la tostadora.